Los Guardianes Javier Pérez Campos
Autor: Javier Pérez Campos
Editorial: Planeta
"Solo en plena búsqueda de respuestas, las preguntas pueden ser aún más reveladoras".
En ocasiones, fuerzas misteriosas nos salvan de nuestro último aliento. Aparecen en los límites de la vida, cerca de tu último aliento.
A veces son
solo una voz. Otras, una presencia.
Te guían,
te ayudan y luego… desaparecen.
Todas las
culturas han hablado de ellos, pero durante siglos han sido olvidados. Es la
hora de sacar a la luz una antigua verdad.
Comentario
En esta nueva investigación, Javier ha seguido de cerca el fenómeno de las apariciones que salvan vidas. El resultado es un documentado relato en el que se ha demostrado que personas cerca de la muerte han sido ayudadas por voces que han surgido de la nada, personas que se han materializado delante de ellos.
De todos los casos que aparecen en el libro he seleccionado 3 que me han parecido muy importantes.
Isabel. 16 de febrero de 2015
Vimos amanecer en la cumbre del Teide (Islas canarias). Comenzamos el descenso. Caminábamos a paso ligero, pero de pronto escuchamos algo. Un sonido por el lado de nuestra derecha… muy cerca de nosotros.
Parecía un animal. Seguimos ruta y continuamos con normalidad; el camino hacía zigzag y en uno de esos giros, a unos cien metros de nosotros vemos una figura enorme. ENORME… y muy negra. Era oscuridad pura, de la cabeza hasta abajo. Era muy negro y uniforme. Todo igual. No parecía tener cara ni manos, pero los más extremo era su altura… mediría unos cuatro metros.
Estaba fuera del sendero, en una zona llena de rocas y colada de lava. Y empezó a moverse con un movimiento antinatural, y con rapidez se desplazaba hacia nosotros.
Sentimos miedo. Mucho miedo. Estuvimos cerca de un minuto paralizados mirando aquello hasta que de pronto desapareció. [Pág. 82-83]
Vimos amanecer en la cumbre del Teide (Islas canarias). Comenzamos el descenso. Caminábamos a paso ligero, pero de pronto escuchamos algo. Un sonido por el lado de nuestra derecha… muy cerca de nosotros.
Parecía un animal. Seguimos ruta y continuamos con normalidad; el camino hacía zigzag y en uno de esos giros, a unos cien metros de nosotros vemos una figura enorme. ENORME… y muy negra. Era oscuridad pura, de la cabeza hasta abajo. Era muy negro y uniforme. Todo igual. No parecía tener cara ni manos, pero los más extremo era su altura… mediría unos cuatro metros.
Estaba fuera del sendero, en una zona llena de rocas y colada de lava. Y empezó a moverse con un movimiento antinatural, y con rapidez se desplazaba hacia nosotros.
Sentimos miedo. Mucho miedo. Estuvimos cerca de un minuto paralizados mirando aquello hasta que de pronto desapareció. [Pág. 82-83]
Maricarmen y Gabino
Llevan desesperados a su hija María al hospital. Allí pasaron dos
días terribles. Jornadas interminables en los que cada día pasaba como un mes y
cada noche como un siglo.
En esa segunda noche, una mujer apareció de la nada. Llevaba vestimentas negras y tenía una palidez atípica, como si estuviera ligeramente enferma. Además, tenía el pelo muy negro, como el color de la ropa. —Se lo que te pasa— dijo la señora sin preámbulos, “no necesito que me cuentes nada. Por eso te voy a dar esta estampa. Cuídala como lo más importante que has tenido. No se la prestes a nadie ni la pierdas nunca. A partir de ahora tu hija va a mejorar”.
En esa segunda noche, una mujer apareció de la nada. Llevaba vestimentas negras y tenía una palidez atípica, como si estuviera ligeramente enferma. Además, tenía el pelo muy negro, como el color de la ropa. —Se lo que te pasa— dijo la señora sin preámbulos, “no necesito que me cuentes nada. Por eso te voy a dar esta estampa. Cuídala como lo más importante que has tenido. No se la prestes a nadie ni la pierdas nunca. A partir de ahora tu hija va a mejorar”.
Era el santo Cristo de la Victoria, que se venera en el convento
de las madres agustinas recoletas de Serradilla, en Cáceres [Pág.
185]
Ron Di Francesco
Torre sur – planta 84
“Fue una voz masculina, pero de nadie de los que estábamos alli. Era muy tranquilo, cosa que me sorprendía en medio de tanto caos. Me llamó por mi nombre y me dijo: «Ron, levántate». Noté entonces que estaba muy cerca de mí. Alguien a quién no podía ver, pero que estaba alentándome. Y tuve la sensación de que ese alguien tiraba de mí…, y me levantaba.
Me dirigía. Daba órdenes precisas. Me ayudó a mantener la calma y a concentrarme. Me acompaño como unos cinco minutos hasta la planta 75, incluso me instó a cruzar pisos en llamas; me cubría la cara con las manos y obedecía. A partir de ahí pude bajar corriendo hasta la calle. [Pág. 268-269]
Conclusión
Los Guardianes es un libro que recomiendo 100% a
los amantes del misterio y lo paranormal.
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